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Término municipal de Alfafar, viernes 17 de Mayo 2019, por fin, después de meses donde las tierras se han mantenido secas y polvorientas y los campos han sido cuidadosamente preparados para la próxima cosecha, la acequia, empieza a llevar agua, junto al campo de mi familia,  donde está mi querida “Caseta”  y la era, en lengua valenciana “el sequer”, donde mi abuelo paterno, Batiste, después mi padre, José, e incluso yo de niño y  de  joven secábamos al sol el arroz recién cosechado, con ayuda de la típica “llauradora” hasta que se conseguía el óptimo nivel de humedad y que después recogíamos con el justo cuidado de no dañar el grano.

Qué alegría ver como esa acequia vacía durante meses, se convierte en un hermoso espejo, donde se refleja el cielo y se respira vida, la vida que con la entrada del agua en los campos, un año más, con la magia de la naturaleza y el trabajo del hombre, la simiente del arroz entra en contacto con el agua y la tierra.

Así comenzará el gran cambio de las marjales, primero gozaremos de la belleza del agua en estado puro, con los efectos de los múltiples márgenes de los pequeños campos de nuestra zona, como consecuencia del minifundio y el amor a la tierra que tienen los propietarios de la misma, que siguen con el concepto poco rentable pero entendible, desde la idiosincrasia del valenciano de conservar “el trocet”.

Poco después, cuando las frágiles primeras hojas del arroz asoman por encima del agua para buscar el beneficio del sol, comienzan a aparecer las distintas variedades de verdes que conforme las plantas van creciendo van cambiando su cromatismo, a cual  más bello y con más matices, desde los tonos pálidos amarillentos hasta los verdes fuertes y oscuros. Después, cuando las verdes espigas, allá por los meses de Julio Agosto, comienzan a asomar, la variedad cromática es un deleite para fotógrafos, pintores y amantes del campo.

A medida que las espigas van madurando llega el momento del protagonismo de los ocres con todas sus variedades que en principio conviven con los macizos verdes de las hojas y poco a poco conforme se acerca la maduración total y la posterior siega se van mimetizando con los colores tierras.

Por la tarde, acudo a un supermercado y por curiosidad me acerco al lineal de los arroces, mi sorpresa, ver el precio. El arroz redondo de La Fallera a 1’35 € el kilo, a los agricultores se lo pagan a unos 30 céntimos y el bomba  de Dacsa a 3’25 € y a los agricultores se lo pagan entre 70 y 80 céntimos, no sé si es justo, yo creo que no, pero, a los que vivimos el campo nos queda… Contemplar la belleza. Amen.

Pepe Lacreu.

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